miércoles, 21 de noviembre de 2012

Muerte de Ernesto McCausland


A Ernesto McCausland, un valiente de mil batallas

Una vez, hace muchos años, leí algo que escribió la gran Consuelo Araujo Noguera, en El Heraldo, sobre la muerte de una nieta de Doña ‘Pau’; Paulina Mejía de Castro; si mal no recuerdo el titulo del articulo era: ‘Cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte’. Ese mismo escrito donde la comadre Consuelo viajaba por los caminos de la ternura de una chiquilla que vio nacer, crecer, y por lo misma razón se negaba a aceptar su partida, me marcó; y tiempo después, me sirvió para recordarles a ‘La Cacica’ y a su compadre Escalona –Cuando el canal Caracol por culpa de la Serie ‘Escalona’ los distanció- que lo más bello son los momentos compartidos llenos de cariño, como el que ellos se profesaron siempre.

El recuerdo de ese artículo regresó a mi nuevamente en estos días, que ando con el alma mortificada por la nostalgia de una vida que lucha por no apagarse, de una gran vida, de un gran profesional que ha tenido gran influencia en el periodismo costeño. Me refiero a Ernesto Mcausland Sojo; el hijo de ‘Tico’ y ‘Nani’; el hermano de ‘Chachi’; el amigo adorado de mi madre a quien llama ‘Ojos de Luna’, y uno de los admiradores más grande que ha tenido la música vallenata junto a Juan Gossain.

Soy consciente que a nadie le gusta tocar este tema tan sensible, cuando el existir inicia su cuenta regresiva en nuestro día a día; pero igual, en el preámbulo del adiós de mi padre, aprendí que lo más hermoso y lo más sublime para un ser humano, es recoger antes de marchar, el fruto de todo lo sembrado a lo largo del camino. Pero igual tenemos que reconocer, - que así nos creamos sanos- no a todos nos alcanza la valentía para aceptar que mañana puede llegar lo inevitable y lo más seguro que tenemos, desde el momento que vemos la luz del mundo.

Ernesto mi amigo, siempre navegará por los vericuetos de mi alma, junto a los más hermosos recuerdos de mi iniciar periodístico, desde que me embarqué en esta bella profesión. Jamás olvidaré al tutor y alcahueta de mis prácticas en El Heraldo, y mucho menos al amigo que me involucraba como la tercera pasajera de sus aventuras en moto, cuando cualquier domingo recorríamos las calles de Barranquilla para asistir a una fiesta, en alguno de los barrios más tradicionales de Curramba, donde era el invitado de honor.

Esté o no esté, McCausland igualmente tendrá su lugar especial en el corazón vallenato; por todo lo que le ha aportado a nuestros folclor, con ese inmenso deseo de resaltar la grandeza de una música, que amó mucho más allá de un hasta siempre.

Perennemente hoy y mañana, Ernesto permanecerá en mí, como ese referente que he tenido a la hora de contar el cuento y que la gente se lo crea.

Eterna y nostálgicamente mi cariño para ti, mi querido valiente de mil batallas, en el tiempo de una vida.

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